Álvaro Bardón dijo que la gente común y corriente percibe una “corruptela” estatal que lo decepciona, que las becas se regalan a los hijos de los políticos y que cuando era funcionario público le pagaban
una “cagá”.
Las abuelas siempre decían que hablar de plata era de pésimo gusto. Casi un insulto. Saber cuánto ganaba un tío era un tema tabú y por lo tanto no se preguntaba. Punto. Hoy día sigue siendo difícil hacer esta pregunta en un país donde el 80 de la población vive con menos de 300 lucas. Es más fácil sacar la información del colegio donde estudian hijos y sobrinos que transparentar la liquidación mensual de quien sea.
Se gana poco en Chile y esto es independiente de si eres abogado, periodista, profesor, electricista, nana o jardinero. Esta semana escuchaba a una colega que me decía que este mes su boleta de honorarios es de 120 mil pesos. Es titulada de la Católica, vive en el sector oriente de la capital y su nana gana más que ella y se alimenta mejor. La política del chorreo nos estafó a todos, pienso al escucharla. Definitivamente para trabajar en Chile hay que tener espíritu de estudiante en práctica. Que los empresarios devuelvan la plata es el grito desesperado de un pueblo pobre como el nuestro. Tan pobres somos que en invierno las casas son más frías por dentro que por fuera. ¡Qué horror! Tan ridículo y mentiroso es este modelo que los subcontratados reciben su sueldo mínimo con traje y corbata. Como si la tenida diera cierta dignidad al monto. Que los políticos se ocupen en serio de este error divino, porque es como un castigo del cielo esto de la desigualdad.
Somos gastadores compulsivos del sueldo que soñamos tener. Compramos casas imposibles de pagar. Algunas mujeres cargan en carteras, trapos y zapatos más de lo que ganan ellas y sus maridos juntos. Y ellos, con tal de no ser menos, pagan los copetes de los amigos sin culpa. Las nuevas generaciones deberían aprender a hablar de lucas tal como hablan de condones. Si seguimos así, pensarán que este país es un paraíso laboral. Que estudiar no será necesario porque heredarán algo de sus papás. Los pobres y la clase media no saben que de seguro heredarán deudas y que, con suerte, la jubilación de la mamá alcanzará para pagar remedios y una que otra cosita para el pan.
La iglesia ya lo dijo, los chilenos necesitan sueldos éticos, pero cada vez que una autoridad o el periodismo muestran la pobreza, los dueños del capital saltan como ranas.
Esta semana la organización Un Techo para Chile, que tiene su historia con esto de levantar mediaguas en campamentos, organizó un seminario para conversar justamente sobre el calentamiento social. Invitaron a los economistas álvaro Bardón y Nicolás Eyzaguirre, al historiador Gabriel Salazar, al escritor Rafael Gumucio y al inversionista y candidato presidencial Sebastián Piñera. Les hablaron a cientos de jóvenes universitarios en el edificio Diego Portales. Pensar en desigualdad, pobreza, bajos sueldos e injusticia social fue fácil en este sitio, porque los jóvenes presentes comparten con las comunidades más desposeídas del territorio nacional. Aunque se vean abajistas, defienden su trabajo frente a la crítica de quienes dicen de ellos que son simples peones de la conciencia católica facha.
En fin. Álvaro Bardón hizo sacar las primeras risotadas, con su lógica histórica de privatizarlo todo y reducir el Estado.
El ex hombre de los bancos Central y Estado dijo también que la gente común y corriente percibe una "corruptela" estatal que lo decepciona más aún. Que las becas, por ejemplo, se regalan a los hijos de los políticos y que cuando era funcionario público le pagaban una "cagá". Gumucio, el segundo en disertar, consideró burdo el análisis del catedrático de la Finis Terrae, pero fue más pesimista a la hora de retratar el estado de ánimo laboral: "La gente no se compra la idea del futuro", agregó.
Así, sin futuro y sin Estado, le tocó al ex ministro de Hacienda explicar la ausencia de sueldo ético en Chile. A Eyzaguirre lo esperaba Piñera. La locomotora llegó primero, mientras el ex hombre de la billetera fiscal conversaba con una periodista que insistía en hacerle una entrevista. Piñera, instalado en el podio, buscaba a Eyzaguirre, mientras el laguista se hacía el lindo con la profesional.
¡Qué pena que haya perdido la compostura este ex ministro! Ya no es el mismo Nico que se emocionaba en Enade al hablar de los derechos humanos. Desde que se fotografió en el "The Clinic", tomando melón con vino, lo perdimos. O sea, ¿se imaginan si mañana aparece el pánzer sentado en una mesa con la guata al aire y comiendo como salvaje frente a una cámara? Sería atroz. Nadie votaría por él. Después de la imagen del "The Clinic", Eyzaguirre hasta camina distinto ¿será porque se separó? Ya no carga glamour, ahora chacotea, se mata de la risa, se tupe con los micrófonos, se burla de algunos argumentos de los panelistas y, claro, los jóvenes se ríen de su gracia. Yo lo miro y no puedo sacarme la imagen del melón. Me cuesta acostumbrarme a que el ex hombre de Teatinos 120 se muestre así tan poco serio. Pero en fin, su respuesta económica al problema de la desigualdad salarial se solucionaría con aumentar los impuestos a los ricos. Así de simple. Es lo que quisiéramos muchos, pero hasta ahora nadie se atreve.
A su lado, el millonario Piñera esperaba su turno para disparar. Reconoció como una pretensión moral inaceptable que la Concertación se crea la única capaz de gobernar en democracia. "Esta superioridad moral termina agotando", agregó el presidenciable RN. Y apeló a un acuerdo nacional para superar la pobreza. "Gastemos la plata con ese objetivo", dijo. Lo penoso es que nadie le ha dicho que no puede gobernar. Eso sí, tiene que esperar que lo elijan porque hasta ahora que yo sepa nadie desaloja a nadie o eso espero. Una última cosa, ojalá Piñera alguna vez entienda que la frustración que lo consume cada vez que pierde es algo muy parecido a la rabia de los miles de trabajadores que intentan vivir con el sueldo mínimo. Perder, definitivamente duele. Con o sin ética.
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