En 1985, El Mercurio se mudó a un bucólico campus, al estilo de las sedes multinacionales norteamericanas, dotado con prados, jardineros y guardias. Cuando fue construido, el propietario del diario, Agustín Edwards Eastman, preveía un corto trayecto desde su casa. Pero su mansión de 5 millones de dólares en las cercanías de Lo Curro –el mismo barrio donde Pinochet construyó su búnker- fue embargada por sus acreedores. El diario debía 100 millones de dólares en ese momento; sin embargo, hoy 22 años después está libre de deudas. Para lograr esto el periódico no tuvo que vender ninguno de los diarios de su cadena. De hecho, durante la dictadura, El Mercurio compró una red de periódicos regionales, pasando de ocho que poseía a catorce. Su agresiva campaña sacó a los competidores del mercado, y así dobló también la proporción de diarios de su propiedad en el país, de un 22 a 45 por ciento entre 1973 y 1999. ¿Cómo pudo construir este imperio, con una deuda de tal magnitud a cuestas? Con la ayuda del Estado.
La temprana negativa de Pinochet a recibir lideres empresariales no se aplicó a El Mercurio. Sus ejecutivos tuvieron excelente acceso al gobierno. El estricto control que éste ejerció sobre la prensa opositora permitió que los diarios de Edwards conquistaran el 46 por ciento de la circulación de Santiago, de un 22 por ciento que tenía en 1973, y la venta de avisos casi se duplicó entre 1979 y 1981. No obstante, El Mercurio S.A.P (EMSAP) se había excedido en pedir “plata dulce”, cuando el dólar estaba a 39 pesos. La devaluación del peso, el alza de la tasa de interés y la caída de los ingresos publicitarios habían llevado la deuda del diario a 100 millones de dólares.
El año anterior, Pinochet y su ministro Secretario General de Gobierno, Francisco Javier Cuadra, habían sostenido reuniones regulares con Edwards los jueves por la mañana, para buscar una solución. En ese momento eran empleados de Edwards Sergio De Castro (Chicago boy) y el ex ministro del Interior Enrique Montero Marx, a quién se ascendió al rango de general de la Fuerza Aérea en 1982.Todavía se desempeña como consejero legal de El Mercurio y otros negocios de Edwards.
Montero y De Castro articularon un trato con tres bancos comerciales controlados por el régimen. Dos habían sido intervenidos por el Estado y el tercero, el Banco del Estado, era propiedad del fisco. El negociador por parte del banco estatal era su vicepresidente, Andrés Passicot, ligado a la empresa consultora Gémines con Álvaro Bardón, editorialista de El Mercurio y Chicago boy.
Bardón sucedió en el cargo del banco estatal a Passicot. Ambos, al parecer, aún pertenecen al Consejo Editorial de El Mercurio.
Con estos incestuosos intereses de por medio, no es de extrañar que EMSAP consiguiera un trato especial. El diario seguía operando normalmente y no se vería obligado a vender ninguno de los bienes que había adquirido en tiempos de la “plata dulce”. Edwards continuó con los planes de mudarse del edificio de la céntrica esquina de Compañía con Morandé, que Agustín arrendaba a su hermana Sonia y a su hermano Roberto, ambos miembros de la dirección de EMSAP. La nueva planta realizaba diagramación digital y tenía una nueva rotativa. Y lo más importante, El Mercurio no dejaría de controlar la cadena de diarios que había comprado en el sur: El Diario Austral de Temuco, El Diario Austral de Valdivia, El Diario Austral de Osorno y El Llanquihue de Puerto Montt.
Entre otros aspectos el convenio prohibía a EMSAP comprar lo que no perteneciera a su giro periodístico y editorial; tenía que pagar el 30 % de su deuda en 10 años; y garantizaba específicamente a Edwards el control total de la línea editorial del diario. Esto significa que Edwards estaba conciente –y tal vez temía- que Pinochet intentara controlar el diario.
Desde la presidencia del banco estatal, en 1989, Bardón sería el cerebro de una serie de canjes de deuda para evitar que El Mercurio cayera bajo el control del próximo gobierno democráticamente elegido.
La temprana negativa de Pinochet a recibir lideres empresariales no se aplicó a El Mercurio. Sus ejecutivos tuvieron excelente acceso al gobierno. El estricto control que éste ejerció sobre la prensa opositora permitió que los diarios de Edwards conquistaran el 46 por ciento de la circulación de Santiago, de un 22 por ciento que tenía en 1973, y la venta de avisos casi se duplicó entre 1979 y 1981. No obstante, El Mercurio S.A.P (EMSAP) se había excedido en pedir “plata dulce”, cuando el dólar estaba a 39 pesos. La devaluación del peso, el alza de la tasa de interés y la caída de los ingresos publicitarios habían llevado la deuda del diario a 100 millones de dólares.
El año anterior, Pinochet y su ministro Secretario General de Gobierno, Francisco Javier Cuadra, habían sostenido reuniones regulares con Edwards los jueves por la mañana, para buscar una solución. En ese momento eran empleados de Edwards Sergio De Castro (Chicago boy) y el ex ministro del Interior Enrique Montero Marx, a quién se ascendió al rango de general de la Fuerza Aérea en 1982.Todavía se desempeña como consejero legal de El Mercurio y otros negocios de Edwards.
Montero y De Castro articularon un trato con tres bancos comerciales controlados por el régimen. Dos habían sido intervenidos por el Estado y el tercero, el Banco del Estado, era propiedad del fisco. El negociador por parte del banco estatal era su vicepresidente, Andrés Passicot, ligado a la empresa consultora Gémines con Álvaro Bardón, editorialista de El Mercurio y Chicago boy.
Bardón sucedió en el cargo del banco estatal a Passicot. Ambos, al parecer, aún pertenecen al Consejo Editorial de El Mercurio.
Con estos incestuosos intereses de por medio, no es de extrañar que EMSAP consiguiera un trato especial. El diario seguía operando normalmente y no se vería obligado a vender ninguno de los bienes que había adquirido en tiempos de la “plata dulce”. Edwards continuó con los planes de mudarse del edificio de la céntrica esquina de Compañía con Morandé, que Agustín arrendaba a su hermana Sonia y a su hermano Roberto, ambos miembros de la dirección de EMSAP. La nueva planta realizaba diagramación digital y tenía una nueva rotativa. Y lo más importante, El Mercurio no dejaría de controlar la cadena de diarios que había comprado en el sur: El Diario Austral de Temuco, El Diario Austral de Valdivia, El Diario Austral de Osorno y El Llanquihue de Puerto Montt.
Entre otros aspectos el convenio prohibía a EMSAP comprar lo que no perteneciera a su giro periodístico y editorial; tenía que pagar el 30 % de su deuda en 10 años; y garantizaba específicamente a Edwards el control total de la línea editorial del diario. Esto significa que Edwards estaba conciente –y tal vez temía- que Pinochet intentara controlar el diario.
Desde la presidencia del banco estatal, en 1989, Bardón sería el cerebro de una serie de canjes de deuda para evitar que El Mercurio cayera bajo el control del próximo gobierno democráticamente elegido.